Pero, aún así quiero hacérosla llegar porque a la vez es profunda, y demuestra una vez más lo bonito que es descubrir la inocencia de los niños.
Situación: el parque del colegio; todos mis niños en la zona que nos corresponde por edad, menos uno: Rafa (más popularmente conocido como “Bisbalito”, supongo que sabréis porque ¿no?: tiene unos rizos rubios que ya quisiera el de las bulerías…)
Mi Rafa, es muy gracioso, lo que pasa es que es impulsivamente desobediente; él me quiere hacer caso, tiene la intención, pero no puede…
Hoy su juego, consistía en juntar piedras, y una vez tenía un puñado en la mano, las iba lanzando de una en una al cielo, para ver como caían. Yo estoy convencida de que no quería hacer daño a nadie, a pesar de que ni miraba si en ese momento pasaba alguien cerca; seguro, seguro que estaba comprobando la Ley de la Gravedad (¿no dicen siempre que se aprende con la práctica? pues ya está).
Yo le miro de lejos, y a mi lado haciéndome compañía está Cristina, una mini princesa de estas de dos coletitas y flequillo, y unos ojos brillantes, brillantes, comiéndose un trozo de pera (no es precisamente de las más rápidas comiendo).
- Yo: «Rafa, no tires piedras»
- Bisbalito: «Sí, sí seño. Ya paro»
- Yo: «Gracias»
Para, unos veinte segundos, y continua con el lanzamiento de piedras.
- Yo: «Rafa, las piedras al cielo no»
- Bisbalito: «Sí, sí seño…»
Esta vez creo que logró detener su experimento un instante más, pero no demasiado.
Al rato otra vez piedras, al aire.
- Yo: «Rafa, por favor, no tires piedras al cielo»
Entonces interviene Cris:
- Cristina: «Rafa no se tiran piedras al cielo»
- Bisbalito (se acerca desde su lugar de lanzamiento): «¿Por qué no?
- Cristina: «Pues porque si tiras piedras al cielo le puedes hacer daño a mi abuelito Jose, que está allí»
- Bisbalito: «¿¿si seño??»
- Yo: «Si Cris lo dice es que sí»
- Cristina: «Claro, ahí arriba está mi yayo viendo lo bien que me porto y si tu tiras piedras le puedes hacer pupa en la cabeza»
- Bisbalito: «¿y vive allí?»
Situación: el parque del colegio; todos mis niños en la zona que nos corresponde por edad, menos uno: Rafa (más popularmente conocido como “Bisbalito”, supongo que sabréis porque ¿no?: tiene unos rizos rubios que ya quisiera el de las bulerías…)
Mi Rafa, es muy gracioso, lo que pasa es que es impulsivamente desobediente; él me quiere hacer caso, tiene la intención, pero no puede…
Hoy su juego, consistía en juntar piedras, y una vez tenía un puñado en la mano, las iba lanzando de una en una al cielo, para ver como caían. Yo estoy convencida de que no quería hacer daño a nadie, a pesar de que ni miraba si en ese momento pasaba alguien cerca; seguro, seguro que estaba comprobando la Ley de la Gravedad (¿no dicen siempre que se aprende con la práctica? pues ya está).
Yo le miro de lejos, y a mi lado haciéndome compañía está Cristina, una mini princesa de estas de dos coletitas y flequillo, y unos ojos brillantes, brillantes, comiéndose un trozo de pera (no es precisamente de las más rápidas comiendo).
- Yo: «Rafa, no tires piedras»
- Bisbalito: «Sí, sí seño. Ya paro»
- Yo: «Gracias»
Para, unos veinte segundos, y continua con el lanzamiento de piedras.
- Yo: «Rafa, las piedras al cielo no»
- Bisbalito: «Sí, sí seño…»
Esta vez creo que logró detener su experimento un instante más, pero no demasiado.
Al rato otra vez piedras, al aire.
- Yo: «Rafa, por favor, no tires piedras al cielo»
Entonces interviene Cris:
- Cristina: «Rafa no se tiran piedras al cielo»
- Bisbalito (se acerca desde su lugar de lanzamiento): «¿Por qué no?
- Cristina: «Pues porque si tiras piedras al cielo le puedes hacer daño a mi abuelito Jose, que está allí»
- Bisbalito: «¿¿si seño??»
- Yo: «Si Cris lo dice es que sí»
- Cristina: «Claro, ahí arriba está mi yayo viendo lo bien que me porto y si tu tiras piedras le puedes hacer pupa en la cabeza»
- Bisbalito: «¿y vive allí?»
- Cristina: «Sí, en el cielo vive mi yayo, y otros abuelitos que se han ido de aquí. También hay algunos papás y animalitos»
Yo me quedé sin palabras; sorprendida una vez más de lo inocentes que son los niños, y de lo bonito que es creer en lo que ellos creen.
Si todos viéramos las cosas como los más pequeños lo hacen, seríamos mucho más felices ¿no creéis?